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martes, 23 de junio de 2015

En busca de la felicidad II: Evita el estrés.



Ya hemos reflexionado en anteriores posts sobre qué es la felicidad y sobre cómo manejar ideas y pensamientos irracionales. Hoy seguimos este particular camino en la búsqueda por ser un poco más felices con unos breves consejos para combatir uno de los problemas más extendidos entre las sociedades occidentales: El estrés.

-¿Qué es el estrés?

Existen diversos modelos explicativos del fenómeno del estrés, dependiendo del tipo de variables que se tengan en cuenta. A un nivel más sencillo, el estrés se podría definir como la ansiedad y activación psicofisiológica (sudoración, tensión muscular, subida del pulso cardiaco, etc.), que experimentamos cuando percibimos que nuestras demandas (por ejemplo, cosas por hacer) exceden o superan el tiempo que tenemos para realizarlas (es decir, necesitaríamos más tiempo para llevarlas a cabo de una manera efectiva). Esto puede producirse no sólo en el ámbito laboral, sino también en el doméstico-familiar (por ejemplo, no encontrar tiempo para compatibilizar el trabajo con el cuidado de los hijos y de la casa) e incluso el social (por ejemplo, cuando nos agobia la sensación de no poder estar un determinado tiempo con nuestra pareja, familiares o amigos, por tener que atender a otras tareas). Como resulta obvio, el estrés puede afectar muy negativamente al estado de ánimo de la persona que lo sufre, y en determinadas profesiones puede llegar a cronificarse, influyendo en una percepción muy negativa del puesto de trabajo y de la propia calidad de vida laboral, social y personal.

-Pautas sencillas que pueden marcar la diferencia.


Está claro que, por unos motivos u otros, todos vamos a estar expuestos a cierto nivel de estrés en algún momento de nuestras vidas; es lo que lleva implícito vivir en esta loca sociedad acelerada, informatizada y adicta al trabajo. Sin embargo, si intentamos seguir unas reglas muy básicas (ya lo verás; tampoco te voy a descubrir el universo) y tratamos que se mantengan estables en el tiempo, pueden llegar a hacer que pases de una sensación de estrés permanente por tener muchas cosas por hacer, a una sensación de estar motivado por lo que haces y sentirte activo, vivo y realizado.

Prioriza.

Muchas veces llenamos nuestras agendas con cosas importantes, pero otras simplemente escribimos “tonterías” que, en realidad, pueden hacerse en otro momento, y no justo en el día en el que tienes cientos de cosas más importantes por delante. Ya sea por días, semanas, meses, o como quiera que te organices, piensa en qué es lo urgente, qué es lo importante y qué puede esperar. Hay mucho tiempo para hacer muchas cosas.

Organízate, pero no te obsesiones.

Ser organizado e intentar que no se nos olvide nada es importante, por supuesto. Pero trata de no dedicar demasiado tiempo en organizarte; si te fijas, muchas veces dedicamos más tiempo a organizar nuestras tareas que con algunas de las tareas en sí. Si intentas tener una organización perfecta puede que hayas “perdido” una gran cantidad de tiempo, lo que te puede generar más estrés al tener menos tiempo para lo que realmente tenías que hacer. Y aquí entramos en un círculo del que te puede costar salir, o incluso tener problemas en casa o en tu trabajo.

Céntrate en el presente.

Si estás escribiendo un informe, escribe un informe. Si estás conduciendo, conduce y evita estar dándole vueltas a otras cosas. El estrés hace que muchas veces nos enfrentemos a los quehaceres diarios al mismo tiempo que en nuestra cabeza estamos pensando en las cosas que tenemos por delante o en lo mal que hemos realizado tareas pasadas. Es difícil, cuesta, pero intenta estar en el aquí y ahora. Vivir el presente es una de las claves de la felicidad. Y además, tus informes estarán mejor redactados, o llegarás a todas partes a tiempo sin ningún problema.

Sé realista.

Si, por ejemplo, sólo vas a disponer de 3 horas libres una tarde, no pienses que en esas 3 horas vas a poder hacer todo aquello para lo que necesitarías una semana entera. Si además lo intentas, te llevarás un buen golpe al darte cuenta de que no has podido hacerlo, pudiendo incluso interpretarlo como que eres un desastre o vago. No lo eres; sólo has sido iluso. Si sólo vas a poder hacer una cosa, haz esa cosa, y concéntrate en ella (recuerda lo de centrarte en el presente).

Pide ayuda.

El ser humano es un ser social. Vivimos rodeados de personas a las que podemos ayudar y pedir ayuda. Si algo excede tus posibilidades, conocimientos o, simplemente, tu tiempo, pide ayuda. Olvídate del “yo y sólo yo”.

Tómate tiempo para ti mismo.

Piensa que para poder hacer todo y llegar a todo, debes estar bien tú. Si no reservas ratos cada día y cada semana para ti mismo, no estarás en óptimas condiciones para afrontar todos los retos y tareas que tienes por delante. Es obvio que siempre se tiene que ayudar a amigos y familiares, o que se tiene que obedecer a lo que te impone tu  jefe; pero no pretendas agradar a todos en todos los momentos o servir siempre a los demás. Tu tiempo, tus aficiones y tu bienestar también son importantes.

Cuídate.

En relación con el punto anterior, para evitar el estrés es muy importante cuidarse a nivel físico: Hacer ejercicio, cuidar nuestra alimentación, y tener un estilo de vida general activo y saludable. Relájate haciendo actividades que te resulten agradables. Si cuidas tu físico, tu mente y tus relaciones sociales, tendrás un “colchón” perfecto en el que aliviar tu estrés y tus tensiones de la vida diaria.

En definitiva, hay que esforzarse por hacer las cosas bien, por supuesto, pero hay que interiorizar que no somos superhéroes capaces de hacer mil cosas bien de forma perfecta en poco tiempo. Aplica la norma del término medio: Sé activo, pero no te agobies. Intenta utilizar estos sencillos consejos en tu vida cotidiana y recuerda que, como dice este gran himno anti-estrés, cuando te preocupas por un problema, lo haces doble. Hasta pronto.


David Olivares Valles
@davipsico

viernes, 20 de marzo de 2015

En busca de la felicidad I: ¿Somos felices?



Continuando con la dinámica de los últimos posts publicados en este Blog, hoy empieza esta nueva sección. El título ya nos da una pista, y no se trata de un objetivo precisamente fácil: Conseguir ser feliz puede resultar una tarea tan ardua y difusa como definir el propio concepto de felicidad. Además, resulta obvio que en el ser o no felices influyen miles de factores, y que las cosas que provocan la felicidad a unos, quizá les son indiferente a otros. No pretendo que leyendo los posts de esta temática seáis de repente “super-felices”, es imposible, ni daros unas claves que cambien por completo vuestras vidas; pero sí espero daros algunos consejos para que, desde una perspectiva positiva, los apliquéis en vuestras rutinas, actitudes y pensamientos, obteniendo así una versión mejorada de vosotros mismos. Comencemos por el principio; aproximémonos brevemente a la felicidad.

-¿Se podría definir qué es la felicidad?

Es una de esas grandes preguntas a las que, desde siempre, la humanidad intenta dar respuesta. Desde mi punto de vista, se podría definir como un estado mental en el que las preocupaciones, y los pensamientos y emociones negativas no están presentes en nuestra conciencia, encontrándonos tranquilos y relajados con nosotros mismos y con la vida. Sin embargo, más que intentar definir un concepto tan sumamente abstracto, me interesa más hablar de algunas de sus características.

-Características y factores involucrados en la felicidad.

La felicidad parece ser cíclica, es decir, no es un estado duradero, estable o inestable en el tiempo. Es obvio que está asociada al contexto y a los acontecimientos vitales que nos ocurren, por lo que dependiendo de si estos nos son favorables o desfavorables, podremos definirnos como felices o no. Además, a lo largo del desarrollo del ser humano éste se ve afectado por toda una serie de cambios bio-psico-sociales (paso de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud adulta, de ésta a la madurez, y después a la vejez) que también afectan a nuestras preocupaciones y estados mentales, así como que la aparición de alguna afectación, enfermedad o trastorno puede influir de forma importante en que nuestra felicidad disminuya. Por otro lado, nuestra actitud ante la vida y la forma en la que afrontamos los problemas también va a influir en nuestra felicidad. No se trata de ser siempre “rocas”, capaces de luchar con todo y contra todo (de hecho, aceptar nuestras emociones y desahogarnos en ciertas situaciones puede aliviar nuestro estrés) pero sí que es cierto que una actitud positiva y optimista (a veces, muy difícil de conseguir) va a ser mejor aliado de la felicidad que la resignación.

Por otro lado, el ser humano debe luchar contra las injusticias e intentar hacer de este planeta un lugar mejor, por descontado. Sin embargo, en nuestra vida diaria y en nuestros pensamientos dedicamos gran cantidad de tiempo a cosas que ya no podemos cambiar o en las que no tenemos ninguna capacidad de influencia, como por ejemplo, problemas de nuestro pasado. Dedica ese tiempo a tu felicidad presente y a cosas que te afecten a tí, a los que te rodean y a la sociedad. Olvídate de las cosas en las que ya no puedes influir.

-¿Soy feliz?


En este punto, sería bueno realizar un poco de reflexión personal, cosa poco habitual en nuestra ajetreada vida actual. Hazte una pregunta muy sencilla: ¿eres feliz? Piénsalo. ¿Qué te dices a ti mismo cuando te lo planteas? Si no estás muy seguro de la respuesta, ¿qué deberías cambiar de tu vida para tener una respuesta más convincente? Como siempre digo, márcate un objetivo, trabaja en él y, por el camino, encontrarás la felicidad.

-Otras consideraciones sobre la felicidad.

Otra forma muy realista de ver la felicidad es como la suma de buenos momentos que van ocurriendo a lo largo de nuestra vida, y que son los que realmente nos provocan esa sensación endorfínica de felicidad. Si bien la vida en sociedad hace que muchos de estos momentos sean casi siempre los mismos para todos (nacimiento de seres queridos, acontecimientos, primeras ocasiones de cosas importantes, etc.) cada uno puede tener y atesorar sus propios “momentos de felicidad” que, vistos en perspectiva, siempre ganarán a esos momentos tristes o épocas más difíciles u oscuras de nuestra vida.

En definitiva, si la felicidad es cíclica, y la vida es circular, no te preocupes si ahora no te consideras al 100% feliz. Seguro que lo has sido y lo volverás a ser en algún momento de tu vida. Irónicamente, esa misma aceptación de que no siempre podemos ser felices y de que la vida es dura pero se debe luchar, nos va a proporcionar tranquilidad ante los problemas y, por qué no, felicidad. Rizando el rizo, piénsalo desde una perspectiva, llamémosla “espiritual”: Si el ser humano es un átomo diminuto en la inmensidad del universo, ¿merece la pena sufrir por problemas que en realidad tienen fácil solución o no tienen importancia? Vive la vida, céntrate en el presente e intenta ser feliz.

Bueno, dejemos las reflexiones sobre la felicidad por ahora. En próximos posts de este apartado continuaremos nuestra particular búsqueda de la felicidad centrándonos en algunos consejos para combatir dos problemas que, por desgracia, son muy frecuentes en nuestra estresante vida moderna: La ansiedad y la depresión. Para rematar estas reflexiones, una canción que espero os inyecte la misma dosis de positividad y buen rollo como lo hace conmigo; este post no podía acabar de otra manera. Porque la felicidad depende de ti.


David Olivares Valles
@davipsico

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Navidad y juguetes: El valor de las cosas.

Como Christmas Lover que me considero, esta vez toca analizar las tan ansiadas fiestas navideñas desde mi visión crítica de psicólogo. Y sí, aunque no lo parezca, hay muchos puntos navideños donde podríamos analizar profundamente el comportamiento humano: Las compras compulsivas y desenfrenadas, los trastornos de la conducta alimentaria transitorios (véase “comer en 2 semanas la cantidad de 2 meses”), la complejidad de esas relaciones familiares tensas, etc. Sin embargo, en esta ocasión me quedo con un elemento típicamente asociado a la Navidad y a los niños: Los juguetes. Los regalos de Papá Noel y Reyes. Podréis pensar, ¿por qué? ¿Hay algo de malo en ellos? ¿Puede provocarle a mi hijo un trauma descubrir que en realidad Baltasar era su primo del pueblo disfrazado? No van por ahí los tiros. Lo que quiero analizar es la importancia que tienen para el desarrollo de un niño los juguetes que le regalamos, las emociones que estos (y la Navidad en general) le transmiten, y cómo manejar de forma racional y efectiva todo lo que rodea a los regalos navideños.

-Esa ilusión infantil

"Traviesa, buena... ¡Deja de juzgarme!"

La Navidad puede ser una época perfecta para gestionar de forma correcta una serie de emociones y valores asociados a esos días, trabajando así un poco en la Inteligencia Emocional de nuestros hijos/familiares: El respeto, la convivencia, la ilusión por las cosas, la formación de expectativas, el desarrollo de un buen comportamiento, etc. En relación a este último elemento, en Navidad suele incumplirse una norma básica presente durante el resto del año: “Si te portas mal, no tendrás premio”. Aunque el niño se haya portado mal, tendrá su regalo, su recompensa. No seré yo quien diga que un niño “travieso” no tenga que recibir regalos por Navidad (quizá sería algo un poco cruel en nuestra sociedad), pero los padres deben de tener claro que la falta de una respuesta coherente ante un mal comportamiento puede tener consecuencias, como un peor seguimiento de las normas de casa en un futuro. Por tanto, aunque parezca algo difícil de llevar a cabo, cuando hay problemas de comportamiento debería haber (si no una restricción de regalos navideños) sí un control racional, de manera que el niño perciba la señal de que algo debe de cambiar. Por otro lado, estas fechas son perfectas para inculcar a los niños el valor de la solidaridad, mediante acciones directas y observables por ellos mismos en las que además puedan participar (asistencia a mercadillos benéficos, donaciones, colaboraciones con asociaciones, etc.). Si la solidaridad se va forjando en su personalidad desde pequeños, será un valor que seguirá muy arraigado en etapas adultas.

-Cantidad, calidad y valor sentimental.

"Tetris" de regalos navideños.

Llega la Navidad y las puertas de los colegios se llenan de catálogos de juguetes, los escaparates son absolutamente irresistibles para un niño, y la tan ansiada carta a los Reyes se tiene que empezar a escribir. Y entonces, parece que muchos niños “piden por pedir”, es decir, catálogo en mano se ponen a pedir a diestro y siniestro, casi sin tener en cuenta si de verdad les gusta lo que anotan y piensan jugar con eso o es que sólo les llama la atención el anuncio de la tele. ¿Y qué suele ocurrir después? Pues que los padres regalan todo lo que el niño ha pedido, con la buena intención de no defraudarle. Sin embargo, creo que es más correcto inculcarle desde un principio que pida menos cosas, pero que éstas sean realmente relevantes, significativas e importantes para él o ella. Una vez seleccionados los ítems verdaderamente deseados, los padres sí que deberían intentar conseguir ese juguete (algo no tan fácil en estas fechas, dado que los juguetes “estrella” suelen agotarse en días). Si lo deseado es un objeto realmente caro o difícil de conseguir, lo correcto sería no cubrir al niño con muchísimos más juguetes (por aquello de que “es que se porta muy bien…”), ya que si no finalmente el tan ansiado objeto puede perder todo ese valor que tenía. Si unimos esto a lo analizado en el apartado anterior (además de lo más deseado, regalar muchas cosas, y habiéndose portado mal al mismo tiempo) tendremos como resultado que ni valorará sus juguetes, ni mejorará su comportamiento. De esta forma, con los años el trastero de casa se nos llenará de muchos juguetes (en algunos casos puede que sin estrenar siquiera) y además en la próxima Navidad el niño volverá a pedir montones de cosas, pues le habremos dado el mensaje de que importa más la cantidad que la calidad. Éste es uno de los motivos por el que estas fiestas se han vuelto tan increíblemente materialistas.

-Regalos navideños, ¿un arma de doble filo?

Cambiando los cuadernos por tablets.

Los niños son niños. Sí, parece una afirmación muy obvia, pero en Navidad a veces se olvida. Nos empeñamos en regalar a los niños trastos de adultos, cosas que no pertenecen al importantísimo ciclo vital que están viviendo. Lo más correcto es siempre regalar juguetes infantiles que estén más o menos adaptados al nivel cognitivo del niño (los padres y madres no tienen que estudiarlo mucho, ya que en caso de juguetes de edades tempranas ahora suele haber mucha información en las propias cajas). En caso de los más pequeños será beneficioso para su desarrollo regalar juguetes que potencien la coordinación psicomotora o traten algunos valores educativos (matemáticas, lenguaje, inglés, etc.), mientras que en otras etapas más avanzadas también es bueno regalar juguetes que sean deseados simplemente porque permiten divertirse y desconectar del "cole" (aunque los padres deberían controlar siempre un uso racional del mismo). Personalmente, no me gusta nada la moda actual de regalar tecnología punta a niños muy pequeños. Los juguetes son para los niños. Las tablets, para los adultos. Regalemos juguetes; si quieren tecnología, que sea una videoconsola (tema del que ya se ha hablado en el Blog), pero no un móvil último modelo. Si les regalamos este tipo de cosas, podemos volver a caer en lo mismo: La pérdida absoluta de su valoración (otro trasto más), además de que están malgastando aparatos caros que en realidad tienen otras finalidades. Y peor todavía, estaremos creando potenciales adictos a las nuevas tecnologías desde que son muy pequeños.

Vale, lo reconozco. Son unas fiestas materialistas al 100%. Sí, Papá Noel era originalmente verde hasta que llegó Coca-Cola. Las empresas se frotan las manos este mes. Pero, ¿no tienen también una parte positiva? Da igual que tipo de persona seas, que tipo de familia tengas, que seas o no creyente (estas fiestas han alcanzado ya un nivel, llamémoslo “supra-religioso”), algunos de los valores que transmite la Navidad me parecen muy importantes. Y los papás y mamás deben de intentar manejar estas fechas de la forma más efectiva posible. Al fin y al cabo… Cualquier cosa puede tener el valor que nosotros le demos.

"¡UN PALOOOOOO!"

Finalizo con un vídeo de un anuncio reciente en el que (si bien se anuncia en realidad un producto nada recomendable para un niño pequeño, y se muestra también esa parte más materialista de la Navidad) se plasma muy bien la ilusión que un niño/niña puede tener estos días por algo que a simple vista parece tan sencillo como un juguete. FELIZ NAVIDAD.


David Olivares Valles
@davipsico

martes, 4 de noviembre de 2014

Motivación laboral: ¿una utopía?


Desde el mundo de la Psicología del Trabajo, las Organizaciones y los Recursos Humanos, una perspectiva interesante es cómo conseguir que en nuestra empresa la mayoría de trabajadores sean empleados felices, entregados y, en definitiva, motivados con su trabajo. Resulta obvio que una buena motivación influirá positivamente en un buen desempeño laboral y generará más beneficios a una empresa pero, ¿es realmente posible conseguir una “motivación laboral”? ¿Es la etiqueta “trabajo” tan fuerte que cuando la aplicamos a una tarea ésta se convierte automáticamente en una carga? ¿Cuáles son los factores que nos hacen estar motivados con el trabajo? Intentemos analizar estas cuestiones de forma breve.

-La motivación laboral como necesidad.

Sin introducirnos demasiado en las diferentes teorías clásicamente analizadas, es de sobra conocida la famosa pirámide de Maslow, según la cual los seres humanos tenemos una jerarquía de necesidades que van desde lo más primario o básico (necesidades fisiológicas) hasta las necesidades de autorrealización, pasando entre ambas por las necesidades de seguridad, las necesidades sociales o de pertenencia y las de autoestima. Según esta teoría la autorrealización (que se relaciona precisamente con un desarrollo personal y profesional satisfactorio), se sitúa en la cúspide de esta pirámide como necesidad de nivel superior, lo que demuestra que estar motivado y feliz en el trabajo no debe ser un asunto secundario. Es más, debería ser una prioridad para los directivos conseguir esa motivación en sus trabajadores, ya que su autorrealización va a influir finalmente en el nivel productivo de los mismos.

-La teoría y la práctica. Distintos tipos de trabajadores.

Operativamente analizada desde la Psicología, la motivación laboral se define como “el nivel de esfuerzo que las personas están dispuestas a realizar en su trabajo”. Sin embargo, cabe destacar que no todas las personas, no todos los trabajadores, son iguales. Sus factores de personalidad también van a jugar un papel muy importante en estar más o menos motivados en el trabajo, por lo tanto es un aspecto a valorar e incluso a evaluar en los mismos, antes de por ejemplo implantar alguna medida organizacional para mejorar esta variable. Mientras que unos serán más abiertos a los demás, aceptarán mejor las críticas y mostrarán actitudes más favorables hacia las funciones y tareas a realizar, otros regirán su forma de trabajar en base a evitar los conflictos o quejas de sus superiores, o se sentirán motivados si se les permite expresar su creatividad y nuevas ideas, o estarán más motivados si su autonomía y capacidad de toma de decisiones es mayor (o menor), etc. La gran complejidad y jerarquía existente en las organizaciones actuales hace que sea muy difícil que el 100% de los trabajadores estén motivados y satisfechos, pero sí que se pueden intentar cuidar algunos aspectos para intentar que eso suceda.

-Factores y consejos para aumentar la motivación laboral.


A pesar de esas diferencias, a grandes rasgos se pueden establecer 2 tipos de factores motivadores en el trabajo, que se relacionan directamente con los 2 tipos de motivación de los que ya hemos hablado en alguna que otra ocasión en este Blog. Por un lado, los factores extrínsecos, relacionados con el entorno laboral: La recompensación económica, el nivel de estabilidad que se tiene en el trabajo, si hay oportunidades de promocionar y ascender en la empresa, si en la misma se pueden establecer relaciones de amistad con otros compañeros, etc. Y por otro lado, los factores intrínsecos o relacionados con cómo es el trabajo en sí: Cómo son las tareas que se tienen que realizar todos los días (su importancia, monotonía, interés, etc.), qué nivel de independencia se posee en la toma de decisiones, si el trabajo tiene que ver con nuestra formación o habilidades, si nos proporcionan información o “feedback” sobre cómo es nuestro desempeño, etc. Por tanto, desde el departamento de Recursos Humanos, una buena acción organizacional destinada a mejorar la motivación en el puesto de trabajo tendría que tener en cuenta tanto las distintas necesidades y factores de personalidad de sus empleados, como en qué aspectos intrínsecos o extrínsecos intervenir en los diferentes puestos, además de otros muchos factores socio-laborales que también son susceptibles de otro análisis más exhaustivo (ajuste de la persona al puesto, identificación con los valores de la compañía, etc.).

Teniendo en cuenta y atendiendo minuciosamente a cada uno de estos aspectos, soy de la opinión de que una motivación laboral y un “engagement” con la empresa son posibles: El trabajo puede llegar a convertirse en tu pasión, en tu motor, en tu motivo para levantarte cada día y luchar por algo que te importa. Y es que, si bien la situación económica actual no nos permite apenas elegir, ya lo dijo Confucio: “Escoge un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida”.

Finalizo como siempre con un vídeo. En esta ocasión se trata de una pequeña entrevista a un directivo de Google España, en la cual nos habla de cuáles son las claves de esta gran empresa para haber llegado a ser una de las más deseadas para trabajar y cómo consiguen que sus empleados estén felices y motivados con su trabajo.


David Olivares Valles
@davipsico

martes, 16 de septiembre de 2014

Deporte y autoconfianza: Un motor para la autoestima.



Cuanto más deporte hago, más me gusta y más me asombra la capacidad que tiene para, además de mantenerte en forma y preservar tu salud, hacerte sentir bien. Y es que más allá de los efectos fisiológicos directos de las endorfinas (de los que ya hemos hablado en este Blog), la actividad física puede ser una forma perfecta de ganar confianza y preservar la autoestima, de ahí que incluso ayude a aliviar estados ansiógenos o depresivos.

-Superación deportiva y logro de objetivos.

Es bien sabido que una forma de sentirnos bien con nosotros mismos es conseguir objetivos que nos planteemos, sean de carácter laboral, académico, personal o deportivo. La consecución de estos últimos es especialmente gratificante, ya que generalmente requieren un nivel de esfuerzo físico y mental superior a lo logrado hasta el momento. Además, para lograrlos se necesita un entrenamiento constante, periódico y (por lo general) bastante prolongado en el tiempo, lo que hace que la consecución de dicho objetivo esté más constantemente presente en nuestra mente. Como ejemplo, una persona que desee acabar un Maratón por primera vez necesita meses de preparación, planes de entrenamiento, muchos preparativos, duras sesiones de ejercicio, etc., por lo que al terminar dicha carrera, la satisfacción es muy grande.

Esta satisfacción al lograr nuestro objetivo deportivo deseado puede provocar una sensación personal de fortaleza y bienestar que aumenta la visión positiva que tenemos de nosotros mismos, de ahí que nuestro autoconcepto y nuestra autoestima salgan reforzados de la actividad física, sea ésta realizada individualmente o en grupo.

-Deporte y motivación personal.


Para que una experiencia deportiva nos resulte gratificante, deben seguirse algunas de las pautas básicas de la motivación humana para no caer en el aburrimiento, la rutina o los esfuerzos inadecuados. Para empezar, debemos establecernos expectativas que sean realistas, alcanzables con un entrenamiento a corto-medio plazo. Y es que en el deporte no se puede pasar de 0 a 100; por ejemplo, tras estar meses sin realizar ejercicio físico, tenemos que empezar progresivamente, de menos a más, y teniendo claras nuestras limitaciones (por ejemplo, con la bicicleta: Empezar dando paseos suaves que, progresivamente vayan aumentando en intensidad). Además, se debe tener en cuenta que los objetivos a corto plazo (es decir, aquellos que se pueden conseguir en unos días o semanas) son más fáciles de conseguir y, por tanto, nos ayudarán a persistir en el ejercicio (si nuestra meta es, por ejemplo, adelgazar 20 kilos de aquí a 3 años mediante el ejercicio, probablemente nos cansemos antes y abandonemos enseguida). Hay que tener en cuenta que estas “reglas” no se aplican sólo a grandes objetivos deportivos, sino también a cualquier rutina deportiva que se tenga establecida (salir a caminar, actividades pautadas en un gimnasio, etc.). Y, por supuesto, debemos elegir la práctica de un deporte que nos resulte divertido o gratificante; en definitiva, que nos motive.

Por todo esto, podríamos hablar de otra “vía” con la que conseguir bienestar psicológico a través del deporte: Además de las endorfinas, la satisfacción por conseguir los objetivos que nos habíamos propuesto. Como experiencia personal, he de decir que pocas sensaciones se parecen a correr el último kilómetro de un Maratón: Tras haber sudado un buen puñado de duros entrenamientos, llevar muchos kilómetros en las deportivas, haber tenido bastantes dolores y agujetas e incluso haber pensado mil veces que no serás capaz, lo que sientes al ver la línea de meta es algo que no se puede expresar con palabras. Por eso, mi consejo (para el deporte y para la vida en general) es que os esforcéis, que os pongáis objetivos, que no hagáis caso de quien dice que no podéis hacerlo (sobre todo si ese alguien sois vosotros mismos), y que perseveréis. Los esfuerzos se recompensan, y los objetivos llegan.

Para terminar, os dejo con un vídeo que expresa gráficamente cómo el “trabajo duro” beneficia a nuestra mente. Disfrutad y ¡a por ello!


David Olivares Valles
@davipsico

lunes, 14 de abril de 2014

La mente del corredor.


En los últimos años, el “running” (o como se ha llamado toda la vida “salir a correr”) se ha establecido como una nueva moda a nivel mundial, tomándose como un estilo de vida, una rutina que a muchos nos es imposible dejar e incluso convirtiéndose en una poderosa arma de negocio. Pero, ¿qué hay de cierto en que salir a correr es siempre beneficioso para la salud? ¿Puede el running mejorar también nuestra salud psicológica? ¿Se puede utilizar como una herramienta para un importante cambio personal?

-El importante papel de las endorfinas.

Las verdaderas responsables de quedar “enganchados” a correr son las endorfinas. Son neuropéptidos, liberados por la glándula hipófisis, que nuestro cerebro produce ante la realización de determinadas actividades (no sólo corriendo, sino también con otro tipo de actividades placenteras o consideradas relajantes) y que tras correr producen en nuestro cuerpo una sensación de bienestar, de felicidad, que hace que queramos volver a salir a correr, que queramos ir más allá o que queramos ponernos nuevos retos u objetivos deportivos.

-Correr más beneficia a tu mente.

Como otros deportes, el running es una muy buena forma de combatir el estrés de la vida diaria, de liberar tensiones y también, debido a los ya mencionados efectos en nuestro cerebro, de reducir síntomas depresivos o bajos estados de ánimo. Dentro del estresante modo de vida actual, en muchas ocasiones salir a correr nos proporciona el tiempo perfecto para desconectar, o por el contrario, para reflexionar sobre las preocupaciones de nuestra vida laboral, social o personal, interviniendo así en la solución de problemas. También puede ser una importante herramienta para la motivación personal, es decir, para el establecimiento de nuevos objetivos, promoviendo la cultura del esfuerzo y aumentando la autoestima y autoeficacia personales tras la consecución de los mismos. Y a pesar de que es una actividad que puede realizarse de forma individual, su práctica en grupo es una manera perfecta de fomentar nuestras relaciones sociales, crear sentimiento de grupo y mejorar la comunicación intergrupal.

-Correr con cabeza.


Durante años, parecen haberse corroborado la enorme cantidad de efectos beneficiosos que correr tiene en la salud física, efectos que se extienden desde un mejor funcionamiento de los sistemas circulatorio, hormonal, óseo, etc., hasta el sistema nervioso e incluso el inmunitario, además de que es una actividad recomendable para perder peso y disminuir los niveles de grasa corporal. Sin embargo, correr es una actividad cuyo progreso ha de realizarse escalonadamente, poco a poco. En caso de principiantes, se ha de tener en cuenta además el estado de salud previo antes de empezar a correr, ya que, por ejemplo, una persona que se está recuperando de alguna lesión o sufre de una enfermedad puede empeorarla si corre. Y por otro lado, en el caso de correr con el objetivo de finalizar alguna carrera (10 kilómetros, Maratón o medio Maratón, etc.), siempre será recomendable la ayuda de un técnico o especialista que te asesore con un determinado plan de entrenamiento, ya que si realizas sobreesfuerzos, sobreentrenamientos, o por el contrario corres una carrera sin la preparación adecuada, tu salud se puede ver perjudicada. Además, hay que tener siempre en cuenta determinadas pautas de alimentación (algo imprescindible), descanso, sueño y recuperación muscular que permitan mejorar todavía más el rendimiento deportivo.

En conclusión, si bien correr es una actividad implícita en otros deportes, también puede ser una disciplina en sí misma que, ya sea a nivel amateur o competidor, puede convertirse en algo más que un hobbie: Por experiencia propia, el running puede suponer un gran cambio personal. En futuros posts os contaré cómo será mi paso por mi primer Maratón, el Rock and Roll Madrid Maratón de este año. Hasta entonces… ¡A CORRER!


David Olivares Valles
@davipsico