Ya hemos reflexionado en anteriores posts sobre qué es la
felicidad y sobre cómo manejar ideas y pensamientos irracionales. Hoy seguimos
este particular camino en la búsqueda por ser un poco más felices con unos
breves consejos para combatir uno de los problemas más extendidos entre las sociedades
occidentales: El estrés.
-¿Qué es el estrés?
Existen diversos modelos explicativos del fenómeno del
estrés, dependiendo del tipo de variables que se tengan en cuenta. A un nivel
más sencillo, el estrés se podría definir como la ansiedad y activación
psicofisiológica (sudoración, tensión muscular, subida del pulso cardiaco,
etc.), que experimentamos cuando percibimos que nuestras demandas (por ejemplo,
cosas por hacer) exceden o superan el tiempo que tenemos para realizarlas (es
decir, necesitaríamos más tiempo para llevarlas a cabo de una manera efectiva).
Esto puede producirse no sólo en el ámbito laboral, sino también en el
doméstico-familiar (por ejemplo, no encontrar tiempo para compatibilizar el trabajo
con el cuidado de los hijos y de la casa) e incluso el social (por ejemplo,
cuando nos agobia la sensación de no poder estar un determinado tiempo con
nuestra pareja, familiares o amigos, por tener que atender a otras tareas).
Como resulta obvio, el estrés puede afectar muy negativamente al estado de
ánimo de la persona que lo sufre, y en determinadas profesiones puede llegar a
cronificarse, influyendo en una percepción muy negativa del puesto de trabajo y
de la propia calidad de vida laboral, social y personal.
-Pautas sencillas que pueden marcar la diferencia.
Está claro que, por unos motivos u otros, todos vamos a
estar expuestos a cierto nivel de estrés en algún momento de nuestras vidas; es
lo que lleva implícito vivir en esta loca sociedad acelerada, informatizada y
adicta al trabajo. Sin embargo, si intentamos seguir unas reglas muy básicas
(ya lo verás; tampoco te voy a descubrir el universo) y tratamos que se
mantengan estables en el tiempo, pueden llegar a hacer que pases de una
sensación de estrés permanente por tener muchas cosas por hacer, a una
sensación de estar motivado por lo que haces y sentirte activo, vivo y
realizado.
Prioriza.
Muchas veces llenamos nuestras agendas con cosas
importantes, pero otras simplemente escribimos “tonterías” que, en realidad,
pueden hacerse en otro momento, y no justo en el día en el que tienes cientos
de cosas más importantes por delante. Ya sea por días, semanas, meses, o como
quiera que te organices, piensa en qué es lo urgente, qué es lo importante y
qué puede esperar. Hay mucho tiempo para hacer muchas cosas.
Organízate, pero no te
obsesiones.
Ser organizado e intentar que no se nos olvide nada es
importante, por supuesto. Pero trata de no dedicar demasiado tiempo en
organizarte; si te fijas, muchas veces dedicamos más tiempo a organizar
nuestras tareas que con algunas de las tareas en sí. Si intentas tener una
organización perfecta puede que hayas “perdido” una gran cantidad de tiempo, lo
que te puede generar más estrés al tener menos tiempo para lo que realmente tenías
que hacer. Y aquí entramos en un círculo del que te puede costar salir, o
incluso tener problemas en casa o en tu trabajo.
Céntrate en el
presente.
Si estás escribiendo un informe, escribe un informe. Si
estás conduciendo, conduce y evita estar dándole vueltas a otras cosas. El
estrés hace que muchas veces nos enfrentemos a los quehaceres diarios al mismo
tiempo que en nuestra cabeza estamos pensando en las cosas que tenemos por
delante o en lo mal que hemos realizado tareas pasadas. Es difícil, cuesta,
pero intenta estar en el aquí y ahora. Vivir el presente es una de las claves
de la felicidad. Y además, tus informes estarán mejor redactados, o llegarás a
todas partes a tiempo sin ningún problema.
Sé realista.
Si, por ejemplo, sólo vas a disponer de 3 horas libres una
tarde, no pienses que en esas 3 horas vas a poder hacer todo aquello para lo
que necesitarías una semana entera. Si además lo intentas, te llevarás un buen
golpe al darte cuenta de que no has podido hacerlo, pudiendo incluso
interpretarlo como que eres un desastre o vago. No lo eres; sólo has sido
iluso. Si sólo vas a poder hacer una cosa, haz esa cosa, y concéntrate en ella
(recuerda lo de centrarte en el presente).
Pide ayuda.
El ser humano es un ser social. Vivimos rodeados de personas
a las que podemos ayudar y pedir ayuda. Si algo excede tus posibilidades,
conocimientos o, simplemente, tu tiempo, pide ayuda. Olvídate del “yo y sólo yo”.
Tómate tiempo para ti
mismo.
Piensa que para poder hacer todo y llegar a todo, debes
estar bien tú. Si no reservas ratos cada día y cada semana para ti mismo, no
estarás en óptimas condiciones para afrontar todos los retos y tareas que
tienes por delante. Es obvio que siempre se tiene que ayudar a amigos y
familiares, o que se tiene que obedecer a lo que te impone tu jefe; pero no pretendas agradar a todos en
todos los momentos o servir siempre a los demás. Tu tiempo, tus aficiones y tu
bienestar también son importantes.
Cuídate.
En relación con el punto anterior, para evitar el estrés es
muy importante cuidarse a nivel físico: Hacer ejercicio, cuidar nuestra
alimentación, y tener un estilo de vida general activo y saludable. Relájate
haciendo actividades que te resulten agradables. Si cuidas tu físico, tu mente
y tus relaciones sociales, tendrás un “colchón” perfecto en el que aliviar tu
estrés y tus tensiones de la vida diaria.
En definitiva, hay que esforzarse por hacer las cosas bien,
por supuesto, pero hay que interiorizar que no somos superhéroes capaces de
hacer mil cosas bien de forma perfecta en poco tiempo. Aplica la norma del
término medio: Sé activo, pero no te agobies. Intenta utilizar estos sencillos
consejos en tu vida cotidiana y recuerda que, como dice este gran himno
anti-estrés, cuando te preocupas por un problema, lo haces doble. Hasta pronto.
David Olivares Valles
@davipsico