Cuanto más deporte hago, más me
gusta y más me asombra la capacidad que tiene para, además de mantenerte en
forma y preservar tu salud, hacerte sentir bien. Y es que más allá de los
efectos fisiológicos directos de las endorfinas (de los que ya hemos hablado en
este Blog), la actividad física puede ser una forma perfecta de ganar confianza
y preservar la autoestima, de ahí que incluso ayude a aliviar estados
ansiógenos o depresivos.
-Superación deportiva y logro
de objetivos.
Es bien sabido que una forma de
sentirnos bien con nosotros mismos es conseguir objetivos que nos planteemos,
sean de carácter laboral, académico, personal o deportivo. La consecución de
estos últimos es especialmente gratificante, ya que generalmente requieren un
nivel de esfuerzo físico y mental superior a lo logrado hasta el momento.
Además, para lograrlos se necesita un entrenamiento constante, periódico y (por
lo general) bastante prolongado en el tiempo, lo que hace que la consecución de
dicho objetivo esté más constantemente presente en nuestra mente. Como ejemplo,
una persona que desee acabar un Maratón por primera vez necesita meses de
preparación, planes de entrenamiento, muchos preparativos, duras sesiones de
ejercicio, etc., por lo que al terminar dicha carrera, la satisfacción es muy
grande.
Esta satisfacción al lograr
nuestro objetivo deportivo deseado puede provocar una sensación personal de
fortaleza y bienestar que aumenta la visión positiva que tenemos de nosotros
mismos, de ahí que nuestro autoconcepto y nuestra autoestima salgan reforzados
de la actividad física, sea ésta realizada individualmente o en grupo.
-Deporte y motivación personal.
Para que una experiencia
deportiva nos resulte gratificante, deben seguirse algunas de las pautas
básicas de la motivación humana para no caer en el aburrimiento, la rutina o
los esfuerzos inadecuados. Para empezar, debemos establecernos expectativas que
sean realistas, alcanzables con un entrenamiento a corto-medio plazo. Y es que
en el deporte no se puede pasar de 0 a 100; por ejemplo, tras estar meses sin
realizar ejercicio físico, tenemos que empezar progresivamente, de menos a más,
y teniendo claras nuestras limitaciones (por ejemplo, con la bicicleta: Empezar
dando paseos suaves que, progresivamente vayan aumentando en intensidad).
Además, se debe tener en cuenta que los objetivos a corto plazo (es decir,
aquellos que se pueden conseguir en unos días o semanas) son más fáciles de
conseguir y, por tanto, nos ayudarán a persistir en el ejercicio (si nuestra
meta es, por ejemplo, adelgazar 20 kilos de aquí a 3 años mediante el
ejercicio, probablemente nos cansemos antes y abandonemos enseguida). Hay que
tener en cuenta que estas “reglas” no se aplican sólo a grandes objetivos
deportivos, sino también a cualquier rutina deportiva que se tenga establecida
(salir a caminar, actividades pautadas en un gimnasio, etc.). Y, por supuesto,
debemos elegir la práctica de un deporte que nos resulte divertido o
gratificante; en definitiva, que nos motive.
Por todo esto, podríamos hablar
de otra “vía” con la que conseguir bienestar psicológico a través del deporte:
Además de las endorfinas, la satisfacción por conseguir los objetivos que nos
habíamos propuesto. Como experiencia personal, he de decir que pocas
sensaciones se parecen a correr el último kilómetro de un Maratón: Tras haber
sudado un buen puñado de duros entrenamientos, llevar muchos kilómetros en las
deportivas, haber tenido bastantes dolores y agujetas e incluso haber pensado
mil veces que no serás capaz, lo que sientes al ver la línea de meta es algo
que no se puede expresar con palabras. Por eso, mi consejo (para el deporte y
para la vida en general) es que os esforcéis, que os pongáis objetivos, que no
hagáis caso de quien dice que no podéis hacerlo (sobre todo si ese alguien sois
vosotros mismos), y que perseveréis. Los esfuerzos se recompensan, y los
objetivos llegan.
Para terminar, os dejo con un
vídeo que expresa gráficamente cómo el “trabajo duro” beneficia a nuestra
mente. Disfrutad y ¡a por ello!
David Olivares Valles
@davipsico
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